Hace cuatro años, Luis Molano y su equipo decidieron que querían emprender de otra manera. No solo para generar negocio, sino también para tener un impacto positivo en el entorno. De esa idea nació Senda, una empresa dedicada al desarrollo de comunidades energéticas locales, un modelo que combina sostenibilidad, ahorro y cohesión social.
En esta conversación, Molano explica por qué estas iniciativas pueden ser clave en la transición energética -pero también en la revitalización de los territorios- qué barreras se encuentran en el camino y qué papel pueden jugar programas como la aceleradora Æver o regiones como Castilla y León en su despliegue.
¿Cómo nace Senda y cuál es su propósito?
Senda nació hace cuatro años con una idea sencilla pero ambiciosa: demostrar que se puede crear una empresa rentable y, al mismo tiempo, dejar un impacto positivo. Queríamos que nuestro trabajo tuviera sentido más allá de los números, que contribuyera a lo que vamos a dejar a nuestros hijos.
El mundo de las comunidades energéticas encajaba perfectamente con ese propósito, porque tiene un triple impacto: económico, al generar ahorro para los miembros; medioambiental, al fomentar el uso de energías renovables; y social, al fortalecer los lazos dentro de los municipios, los polígonos industriales o los barrios. Es un modelo que combina sostenibilidad, rentabilidad y desarrollo local.
¿Cómo definiría una comunidad energética?
La mayoría de la gente piensa automáticamente en paneles solares compartidos, pero es mucho más que eso. En Senda hablamos de modelos energéticos locales, pensados por y para el territorio donde se desarrollan.
Eso incluye generación de energía renovable, por supuesto, pero también eficiencia, reducción de consumos, almacenamiento, movilidad eléctrica… No se trata solo de producir energía, sino de gestionar mejor la que tenemos. Lo importante es que el beneficio se quede en el entorno: en el pueblo, en el polígono o en el barrio. Es importante recalcar que los dueños de una comunidad energética son siempre sus miembros.
Sin embargo, poner en marcha una comunidad energética no parece sencillo. ¿Por qué “se le hace bola” a la gente?
Porque, aunque hoy es posible hacerlo, el camino sigue siendo complejo. Hay mucha burocracia, falta de información y cierta desconfianza. A veces la gente se desanima antes de empezar.
Y nosotros estamos allí para ayudar en ese momento. Tenemos conocimientos a nivel técnico, jurídico, económico y operativo que nos permiten dar una solución integral. Somos un acompañante. Despertamos esa idea, la bajamos a tierra, le damos sentido y quitamos el miedo.
Cuando hay un ayuntamiento o un grupo de vecinos decidido, todo fluye. La parte técnica o legal tiene solución; lo que hace falta es un impulso inicial. Y en eso las empresas como Senda ayudamos. Acompañamos a los municipios y a las personas para que vean que sí se puede.
¿Qué beneficios concretos puede aportar una comunidad energética a nivel económico y ambiental?
Depende del tamaño y del tipo de instalación y de la intensidad de su uso, pero una comunidad bien diseñada puede reducir más de un 40% el consumo energético de sus miembros. Y eso se traduce directamente en ahorro en la factura.
Si solo se centra en la generación solar y el autoconsumo el ahorro no es tan grande, pero si sumamos el almacenamiento, el ahorro energético, las exenciones en impuestos, peajes y cargos o el paso de gas y electricidad a aerotermia, el grado de reducción en la factura puede llegar al 80%
En el plano ambiental, la reducción de emisiones es notable. En proyectos como el del polígono industrial de Villalonquéjar, en Burgos, solo con la primera actuación se evitará la emisión de más 1.600 toneladas el ahorro de CO₂ al año. Es una buena contribución a la descarbonización de ese polígono industrial.

Luis Molano, en el NexWorking sobre comunidades energéticas organizado por Æver
Habla de Villalonquéjar, pero también trabajan en lugares mucho más pequeños como Villalar de los Comuneros. ¿Qué significan estos proyectos para el medio rural?
Muchísimo. Villalar de los Comuneros es un pueblo con un nombre histórico, pero con pocos habitantes y una vida que, como en tantos otros municipios, se va apagando. Para mí era importante hacer algo por el mundo rural, no solo hablar de la España vaciada.
Con las comunidades energéticas podemos ayudar a que los pueblos recuperen vida. Al reducir costes energéticos y promover la colaboración, fomentamos que la gente se quede, que los negocios locales funcionen y que haya más sentido de comunidad. Es una forma de desarrollo rural con un impacto muy tangible.
El nuevo Real Decreto amplía el radio de acción de las comunidades energéticas a cinco kilómetros. ¿Qué supondrá eso?
Es un paso decisivo. Hasta ahora el límite de dos kilómetros dejaba fuera a muchos potenciales beneficiarios. Con cinco kilómetros de radio hablamos de diez de diámetro, y eso permite conectar polígonos industriales, pueblos cercanos y zonas rurales dentro de un mismo proyecto.
Además, el nuevo decreto introduce figuras como el gestor de autoconsumo, la agregación de la demanda o una mejor regulación del almacenamiento energético. Todo eso va a facilitar muchísimo el desarrollo de las comunidades energéticas y nos pondrá más cerca de países como Alemania o Portugal, donde este modelo está mucho más avanzado.
¿Qué tipo de apoyo político se necesita para que despeguen de verdad?
El apoyo político es clave, pero no solo en lo normativo. Hace falta voluntad real de los ayuntamientos y administraciones para impulsar estos proyectos.
La buena noticia es que las comunidades energéticas alinean intereses: benefician al ámbito público, al privado y al ciudadano. Cuando explicas que es un proyecto que mejora la vida de la gente y que, además, ahorra dinero, no hay colores políticos que valgan. En muchos municipios nos hemos encontrado maravillas, una colaboración ejemplar entre partidos, empresas y vecinos.

Senda participa en la aceleradora Æver. ¿Qué os aporta formar parte de ese ecosistema?
Mucho. Aunque Senda ya está en una fase relativamente madura, Æver nos ha dado visibilidad, conexiones y nuevas oportunidades de colaboración con otras empresas del sector.
El networking es fundamental: compartir experiencias, buscar sinergias, abrir puertas. Además, el apoyo en financiación es otro aspecto clave. En este sector, acceder a buenas condiciones financieras marca la diferencia entre que un proyecto se quede en el papel o se haga realidad.
¿Qué fortalezas tiene Castilla y León para desarrollar un proyecto empresarial?
Castilla y León lo tiene todo para liderar la transición energética: extensión, recursos naturales y un gran protagonismo en renovables. Lo paradójico es que produce mucha energía, pero la mayor parte se exporta.
Las comunidades energéticas pueden cambiar eso, ayudando a que la energía que se genera aquí beneficie directamente a sus habitantes y empresas. En Senda estamos trabajando “por y para” los municipios, desde Villalar hasta Burgos. El objetivo es claro: que el desarrollo energético sea también desarrollo local.



