En el mundo del emprendimiento, rara es la empresa que no sueña con convertirse en unicornio. Es algo así como lograr el Óscar al mejor y más rápido desarrollo empresarial. Pero no resulta nada sencillo, en España apenas existen cinco en la actualidad y no se creó ninguno durante los años 2023 y 2024. 

Por unicornio definimos a una compañía una compañía que alcanza un valor de mil millones de dólares en algún momento de su proceso de levantamiento de capital sin cotizar en bolsa. Es un concepto acuñado en 2013 que ha ganado gran popularidad debido a la difusión y alcance de empresas como Facebook (ahora Meta) o Uber. 

Pese a lo atractivo que pueda sonar, muchos expertos apuntan que convertirse en uno de ellos no debe ser es principal objetivo de una empresa de nueva creación. Luis Garay, partner en Samaipata, advierte en El Referente que alcanzar esta categoría “es un logro que alcanza un porcentaje muy pequeño de compañías y tiene una correlación alta con el éxito emprendedor e inversor, pero no es sinónimo de éxito”, asegura.  

En los últimos años, algunas empresas han logrado este estatus a través de grandes inyecciones de capital, pero sin una verdadera creación de valor. “Estas compañías, que crecieron a base de fuerza bruta y no de forma sostenible, han sufrido las consecuencias en los últimos dos años. Sin embargo, startups más pequeñas y eficientes han demostrado que es posible lograr un impacto significativo sin alcanzar valoraciones milmillonarias. Un ejemplo destacado es Deporvillage, que ha generado valor económico, empleo local y un modelo sostenible con una inversión modesta”, apunta. 

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Por su parte, Antonio Iglesias, director general de Endeavor España, introduce un concepto clave: el efecto multiplicador. «Más allá de valoraciones, volumen de negocio, crecimiento y beneficios, las scaleups tienen una capacidad crucial que a menudo se pasa por alto: la de crear ecosistema y hacerlo crecer desde dentro”, señala. También destaca cómo empresas como Glovo, Cabify, Job&Talent y Factorial han sido auténticas «fábricas de fundadores». Se estima que estas compañías han dado origen a más de 300 startups fundadas por antiguos empleados, además de otras tantas beneficiadas por el asesoramiento y las inversiones de sus líderes.  

Las fases del emprendimiento 

Sea cual fuere el objetivo, lo cierto es que captar capital es una de las tareas más arduas para cualquier emprendimiento. Y como la vida, tiene sus fases. Y en ellas varía el rol del fundador. Como muy bien explica el asesor estratégico de Æver, Roberto Romano, en esta entrevista, algunas veces es necesario cambiar totalmente la idea inicial del negocio para poder escalar. Si a un emprendedor la hace falta ilusión, a un empresario le hace falta gestión. Hay que pasar de emprendedor a empresario.   

De todo ello habla magistralmente Manu Marín, una de las figuras clave del emprendimiento en España. El fundador de Halo Tech, Livall y Wallbox ha compartido la experiencia en las distintas fases que forman parte del emprendimiento, en las que pueden ser determinante la ilusión, el equipo o los datos contrastables. Y este es su análisis, fase por fase.

1. En la semilla vendes visión, no hojas de cálculo. En esta etapa nadie invierte en KPIs. Invierten en personas, en creencias, en el “por qué ahora”. Lo más potente es un pitch que transmite propósito, urgencia y un equipo con hambre. Un buen inversor semilla compra tu obsesión, no tu Excel. La claridad sobre el problema y tu forma única de resolverlo es tu mayor activo.

2. En la Serie A te compran ejecución, no solo discurso. Aquí ya necesitas validación. Producto funcionando, primeras ventas, uso consistente. El inversor busca señales de tracción y mercado. El relato sin resultados se cae. La clave: demostrar que hay un modelo replicable, que el mercado lo quiere, y que tienes una estrategia clara para escalar.

3. La Serie B es la ronda de la escala y la eficiencia. Es la ronda donde el crecimiento debe ser explosivo pero con cabeza. Hay que dominar las unidades económicas, construir un equipo senior, y demostrar que sabes crecer sin quemar la casa. Te preguntarán por expansión internacional, márgenes, estructura legal, cultura, y sostenibilidad. Ya no eres una startup, eres una empresa en fase de expansión. 

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4. La Serie C es cuando dejas de ser promesa y te vuelves activo estratégico. Aquí ya no solo te miran inversores financieros, te miran fondos industriales, corporativos, incluso bancos. Esperan ver una estructura sólida, producto industrializado, procesos internos escalables y equipo ejecutivo con experiencia. Es la ronda donde debes demostrar que puedes jugar en primera división.

5. La ronda pre-IPO es el ensayo general. Todo debe estar en orden: estados financieros auditados, estructura de holding, contratos clave, propiedad intelectual blindada, relación con bancos de inversión. Es la ronda que anticipa lo que serás en el mercado público. Aquí ya se habla de compliance, gobierno corporativo, métricas públicas, e incluso de ESG.

6. El salto a bolsa es una estrategia, no una medalla. Salir al Nasdaq o NYSE no es solo para levantar capital, es para construir reputación, liquidez y escalabilidad global. Hay que elegir el momento, la bolsa adecuada, el tipo de inversor objetivo y el sector al que quieres pertenecer. Es una operación quirúrgica. Y no siempre es para todos. Pero si lo es, hay que prepararse con años de antelación.

7. Piensa como “empresa pública” mucho antes de serlo. Desde la Serie B, es clave tener mentalidad de empresa pública: reporting mensual riguroso, KPIs predecibles, cultura de transparencia, y un roadmap realista. Eso genera confianza, incluso antes de que empieces el proceso de IPO. Los mercados premian la coherencia a largo plazo.

Con todo, concluye el emprendedor, levantar capital es parte del juego, pero nunca debe ser el objetivo. La meta es construir una empresa que merezca existir. 

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